Lecciones de Liderazgo: La neblina
Son muchas las ocasiones en que la neblina inunda la montaña y en algunas de ellas hemos estado ahí y de ello hemos aprendido bastante, así que sientense al calor de una fogata que les voy a contar una de las verdades mas profundas de la montaña y el liderazgo.
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10/21/20253 min leer


Piensa en la montaña como el gran objetivo o el proyecto que un equipo emprende. Es el desafío que han elegido. Los senderos son el plan trazado: las estrategias, los plazos, los pasos a seguir.
En un día despejado, el liderazgo es sencillo. El líder es un guía. Puede señalar la cumbre a lo lejos, marcar el ritmo y decir: "Vean, el camino es claro, sigamos por aquí". Todos ven el objetivo, todos ven el sendero. El liderazgo consiste en la motivación y la eficiencia.
Pero entonces, sin aviso, desciende la neblina.
La neblina es la incertidumbre.
Es la crisis inesperada, el cambio repentino en las condiciones, la información que falta, el competidor que surge de la nada. Es el miedo, la confusión y la duda que de repente envuelven al equipo.
Cuando la neblina lo inunda todo, ocurren varias cosas:
La Cumbre Desaparece: El objetivo a largo plazo se vuelve invisible. Ya nadie puede ver la meta final, y empiezan a dudar si quiera de que exista o de que sea alcanzable.
El Sendero se Vuelve Confuso: Ese plan tan claro, ese sendero tan bien marcado, de repente se vuelve ambiguo. ¿Era por aquí? ¿Nos hemos desviado? Cada bifurcación es una fuente de ansiedad.
Los Peligros se Ocultan: El precipicio que antes era obvio, la roca suelta, el arroyo crecido... ahora están ocultos a solo un paso. El riesgo se multiplica, no porque haya más peligros, sino porque son invisibles.
El Grupo se Contrae: Instintivamente, los caminantes se agrupan. El mundo se reduce a los pocos metros que pueden ver. El aislamiento se siente, aunque estén juntos.
Aquí es donde el "guía" debe desaparecer para dar paso al verdadero "líder".
El liderazgo en la neblina no se trata de ver más lejos que los demás; se trata de navegar cuando nadie puede ver.
El líder en la neblina no es un telescopio; es una brújula y un ancla.
Es una brújula: Cuando la vista falla, el líder recurre a sus instrumentos internos: sus valores, su experiencia, su preparación (el mapa que estudió antes de que llegara la niebla). No finge ver la cumbre, pero dice con certeza: "Confíen en el proceso. El Norte está hacia allá. El siguiente paso seguro es este".
Es un ancla: Su primera responsabilidad es la calma. El pánico en la niebla es mortal. Si el líder corre, el grupo se dispersa. Si el líder se paraliza, el grupo se congela. El líder se mantiene firme, sereno, y se convierte en el punto de referencia emocional para todos los demás. Su serenidad es el ancla que impide que el equipo sea arrastrado por el pánico.




El líder en la niebla cambia su estilo por completo:
Acorta la distancia: Ya no lidera 20 metros por delante. Se mueve entre el grupo, o se pone al frente a solo un paso, asegurándose de que puede oír y ser oído. Su presencia es su herramienta más poderosa.
Cambia el enfoque: Deja de hablar de la cumbre lejana (que nadie puede ver) y se enfoca en el presente inmediato. "Nuestro objetivo ahora no es la cima; es llegar a salvo a ese pino grande que apenas vemos". Gestiona el riesgo paso a paso.
Comunica con claridad: Su voz debe cortar la niebla. No hay espacio para la ambigüedad. Las instrucciones son cortas, claras y seguras. "Vamos a contar. Que nadie se mueva hasta que yo lo diga. Estamos juntos en esto".
Así que, hay que verlo de esta manera: cualquiera puede guiar bajo el sol. Pero la verdadera prueba del liderazgo no es la rapidez con la que se alcanza la cima en un día despejado. La verdadera medida de un líder es su habilidad para mantener al equipo unido, seguro y en movimiento cuando la neblina de la incertidumbre lo ha borrado todo, confiando no en lo que ve, sino en lo que sabe, y convirtiéndose él mismo en el faro que su gente necesita para dar el siguiente paso.